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Un poco de Intro
La identidad, nuestra apariencia, cómo nos comportamos, en muchas ocasiones genera la etiqueta que nos cuelgan los demás, incluso genera nuestra propia etiqueta.
La clave está en saber diferenciar que esas etiquetas son una parte minúscula de ti, y que eres mucho más que todo eso.
A veces nos identificamos con la posición que ocupamos dentro de una organización, otras veces nos identificamos con los estudios que tenemos. Oyes a las personas cuando les preguntas qué eres, decir:
- “Soy abogado”
Y parece que sea eso lo que les da identidad.
Otras veces, esto seguro te ha podido pasar cuando eras más joven, que si le discutías algo a tu padre, te contestaba con un:
- “Que soy tu padre”
Y eso parecía como si le tuvieras que conferir la razón.
Los roles que ocupamos temporalmente en una organización, como directores de, o como responsables, o como operarios, son eso, roles temporales que no dicen lo que somos, no marcan la identidad de una persona en absoluto.
Lo mismo si somos madres, o no lo somos, padres o no, no marca ser sólo eso, es una parte de nosotros, pero no es lo que SOMOS, porque somos mucho más que las etiquetas temporales, que nos colgamos.
En muchas ocasiones, esas etiquetas, si son etiquetas que confieren poder o status, las llevamos por bandera por donde vamos, es como si ese status nos diera vida, y a todo aquel que nos va preguntando, le vamos diciendo ese status, como si ese status fuera el que nos identifica lo que somos, ya sé que es un poco loco esto que te cuento, pero seguro estás de acuerdo.
La etiqueta no marca quien ERES
Las etiquetas de las posiciones que ocupamos en una organización, son eso etiquetas, que no marcan quien eres, ni mucho menos marca lo que eres.
Esa posición de Director General, que ocupas en la actualidad, no marca tu identidad como persona, es un personaje que adoptas en un momento determinado, a cambio de una remuneración, y eso casi vendría a ser, un personaje de la ficción, un personaje de una obra teatral.
Qué pasa cuando creemos que estos personajes que adoptamos en momentos determinados de nuestra vida, pasan a convencernos de que solo somos eso.
Lo que pasa, es que perdemos la referencia de todo lo que además de ese personaje somos, y es entonces, cuando una vez dejas de ocupar ese rol, viene el sentimiento de escasez.
Yo te hago una pregunta, ¿pierdes tu identidad si en un momento determinado dejas de ser director de?
Tu respuesta racional, es evidente, pero piénsalo por un instante, o en primera persona, o trae a este momento alguien que conozcas.
¿A que incluso cuando te encuentras con ese director, comprando en la frutería, de repente sus acciones se asemejan a cuando lo ves en la oficina?
O igual te pasa a ti en primera persona, vas paseando por el parque tan tranquilamente con tus leggins y tu perra, y de repente, ves a parte del equipo de tu empresa, te mueres porque te vean con esa coleta, la pelota de jugar tu perra llena de barro, y esa ropa de deporte de todo menos acorde a tu posición de superjefa, y entonces ¿qué haces?
Actúas, al menos eso, como lo haces en la oficina, eso sí con tu ropa de domingo de paseo perruno. ¿Te suena esto que te cuento?
La identidad, es algo muy profundo, realmente conecta con tu verdadera esencia y con tu persona, con quien eres de verdad, y no lo hace con el personaje que ocupas, sin embargo, yo fui la primera a la que una vez dejé la posición de Directora de Recursos Humanos, creí haber perdido toda mi identidad.
Mis actuaciones, mi manera de afrontar los problemas, la forma de gestionar una situación conflictiva, la hacía como si fuera todavía esa posición que ocupaba, y al segundo después, me sentía perdida, pensando que no era nadie, porque ya no era esa Directora.
Es un poco loco esto que te cuento, sin embargo, funcionamos así.
No solo pasa con las posiciones en las organizaciones, pasa con los roles familiares, pasa con el dinero, pasa con si tienes hijos o no los tienes; nos pasamos la vida creyendo que las personas son lo que tienen, y ese es el grave error, las personas SON.
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Somos seres humanos, no somos teneres humanos (esta frase es de mi amigo Javi Iriondo), pero sin embargo, creemos ser lo que tenemos (una posición, dinero, un coche, una casa, hijos, pareja…) esta es la gran confusión del ser vivo.
Como no podría ser de otra manera, las personas que aún se anclan en lo que tienen, y creen ser, lo que tienen, sienten una enorme pérdida, cuando no tienen eso que les hizo ser poderosos, me explico.
Por ejemplo, te suena alguien, que crea no ser nada, ¿porque se ha arruinado?
¿O incluso mujeres que se creen que no son completas porque no tienen parejas o hijos, o personas que ya no ocupan un cargo de dirección dentro de una organización, y creen haber perdido el alma, o lo que es peor, creen haber decepcionado en lo más profundo a su familia?
Este último caso era yo hace escaso tiempo. Yo creía que era la directora que se subía a los tacones y al traje chaqueta, para tener el poder, hasta que un día decidió bajarse de los tacones para subirse a su alma, y es entonces cuando comenzó su particular encuentro con su SER, olvidando el tener.
El Viaje del Héroe
Mi proceso duró más de año y medio. Tardé año y medio en bajarme de los tacones, y aún a ratos intento subirme, me sale de manera casi natural pero ahora tomo conciencia de estar haciéndolo.
Mi proceso fue dejar de tener casa, coche, mucho dinero, amigos poderosos, muchos contactos y casi casi, alfombra roja a lo que necesitara. Este proceso fue lo que en mi Taller denomino El Viaje del Héroe.
Es el viaje más difícil que yo he tenido que hacer, porque mi mente, la loca que vive arriba, me decía que sin el nombre de directora, no me iban a aceptar, a abrir las puertas, no iba a ser digna, o iba a perder todo lo que tenía hasta ese momento.
El proceso de empezar a vender mi coche, dejar mi casa, bla bla, lo viví como si me estuvieran arrancando parte de mi cuerpo. Y a esta situación se añadió, que mi entorno empezó a mirarme a la cara y decirme:
“Paloma te estás equivocando, después de 20 años como directora, ahora vas y hablas de emociones, de alma, de energía y de felicidad, hija, sentimos que nos has decepcionado”
Fue a partir de estas palabras, que hubo un clic en mi cabeza, y empecé a identificar las piezas del puzzle, todo empezaba a encajar perfectamente, y es cuando empecé a saber quien era, a buscarme con cariño, a encontrar por el camino a personas de verdad, sin egos, empecé a conectar conmigo, a sentirme feliz a solas, a escucharme…empecé a RESPIRAR en mi presente, y a agradecer todo lo que hoy soy y que ni siquiera era consciente que era.
Estaba muy equivocada, no era lo que tenía (ni mi coche, ni mi cargo, ni las personas que me hacían la pelota) eso era una actuación temporal.
Era Paloma, una persona con valores que empezaba a encontrarse con ella, y a ser lo que había diseñado ser, lo que elegía ser, rodeada de quien ella elegía, sin caretas, sin postureos, sin intercambios de favores, sin deudas emocionales…era un gran descubrimiento.
Solo cuando sabes quien eres, eliges adoptar en momentos puntuales y a tu elección, el personaje. No pasa nada por sacarlo a pasear de vez en cuando, pero el acto es diferente, porque tu decides cuando lo haces, y sobretodo eres consciente de que lo estás haciendo.
Nada que ver cuando es tu personaje, el que se apodera de su ser, es él quien dirige tu vida, y es él quien se alimenta de tus teneres.
Desde luego, esta es mi reflexión, ¿ahora tu qué vas a hacer?
Conexión Redes
¿Y si me cuentas tu propio proceso en mis redes?
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