Parece que durante mucho tiempo, se le ha dado mucha importancia a la parte racional, te llegaban a decir ¿eres cerebro izquierdo o cerebro derecho? Parece que el objetivo era como validar si eras correcto o incorrecto.

 

 

Es obvio que ambas partes forman parte de nosotros mismos, formamos parte de un todo que contiene entre otras cosas emoción y razón, pero estarás conmigo en que en la mayoría de ocasiones, parece que si eres emocional, tienes un fallo disfuncional y hay algo que arreglar.

 

 

La parte racional que aplicamos a nuestra manera de pensar, o dicho de otra manera, ser racionales en nuestro formato de pensamiento, hace que nuestro mapa sea rígido, necesite datos objetivos, y esto parece que le da seriedad y por tanto credibilidad a nuestros pensamientos derivados de la parte medio alemana, que es la seria, rígida, rigurosa, la profesional, seria y mil y un calificativos que la hacen valedora de la parte “buena” de nuestro formato de pensamientos.

 

 

Sin embargo, déjame contarte algo, la parte emocional, es la que nace de tu inconsciente, se basa en pensamientos, y en datos almacenados también en tu mente, lo que pasa es que esos pensamientos que almacenas en ese lugar apartado como es el inconsciente, son pensamientos a los que un día decidiste no atender, porque más bien te generaban más dolor, que alegría.

 

 

Estoy segura, de que muchas veces te ha pasado esto de que tu corazón sentía A y tu razón te decía B, ángel o demonio, sensible o racional, duro o blando, visceral o mental… y así mil y una comparaciones a cuál de todas más potente.

 

 

Despreciamos lo que sentimos, lo que siente nuestro cuerpo, o las sensaciones que en algunos momentos tenemos, dándole cabida a la parte racional, y haciendo una adecuada interpretación de lo que sentimos.

 

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Las emociones, las sensaciones, solo se escuchan cuando activamos nuestro corazón, no podemos filtrarlas por la razón, es entender chino con un traductor de alemán, ¿no se si me explico?

 

 

Las emociones están para sentirlas, para darles cabida para darles un espacio dentro de nuestra manera de mirar la vida. Tienen una importancia brutal en nuestra vida, y la mayoría de veces nos vemos despreciándolas, o escondiéndolas, porque las etiquetamos de “nocivas”, de vulnerables, de blandas.

 

 

La exigencia de tener que ser en todo momento, firme, racional y complaciente, hace que escondamos cada vez más a fondo nuestras emociones, lo que nuestro corazón está sintiendo.

 

 

Podemos entender a otras personas, podemos escuchar con atención, y aceptar sus justificaciones, pero sin duda lo primero que debemos hacer es escuchar nuestro sentir y darnos permiso a que esté presente con nosotros, sin esconderlo, sin avergonzarnos de ello, porque eso que sentimos es lo más real que podemos experimentar en nuestro presente. Atender nuestras emociones, darle su espacio, darle la importancia que tienen, incluso cuando decidamos, manifestarlas, es el mayor acto de libertad que podemos manifestar con nosotros mismos.

 

Permítete sentir, al menos en la misma medida que te permites pensar

 

 

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