Las cosas que te hubiera dicho si me hubieras escuchado desde el amor, no tienes ni idea de las veces que callé por aprendizaje.

 

Aquel día Ana se encontraba dándole a su hermana argumentos que le sirvieran para quitarle de la cabeza, el juicio que ya tenía sobre ella. No se podía creer que su hermana mayor la estuviera acusándo con tanta maldad. Alguién le había contado algo que no era cierto y ni siquiera dudó de su veracidad.

Descolgó el teléfono y llamó a Ana acusándole sin preguntar ni tan siquiera qué había pasado. Malditos juicios.

 

Ana estaba pasando por un momento muy duro emocionalmente, se acababa de divorciar y todo el mundo opinaba de la causa originaria de semejante decisión.

«Si solo hacía dos años de la boda, ¿qué brotecito le habrá pasado por la cabeza a esa chica?».- decían los más allegados a ella. «Algo habrás hecho para que ahora de la noche a la mañana te divorcies» decían otros.

Desde muy pequeña había tenido un tremendo aprendizaje que una vez más puso de manifiesto.

No compartir ni lo bueno ni lo malo que le pasara, a fin de cuentas para qué hacerlo si era invisible pero para que entiendas un poco te pondré en contexto.

 

Ana era la pequeña de dos hermanas y desde muy pequeña había sido una persona con las ideas muy claras, madura por necesidad y con un fuerte sentido de independencia emocional.

 

No le gustaban las injusticias, estudiaba en el salón con la televisión puesta y era una buenísima deportista, todos los deportes que practicaba se le daban bien, pero, Ana creció con una etiqueta que como todas nunca nadie preguntó para cuestionar si esa etiqueta era justa o injusta para Ana y eso significó que nunca nadie le preguntó con el amor que necesitan las etiquetas para ser sortadas de los cuellos de los inocentes. Te cuento:

 

Un día Ana llegó a casa con sus notas del colegio, eran unas notas brillantes, sobresalientes casi todo y 2 notables. Orgullosa de su gesta fué a enseñarle las notas a su padre. Estaba en el salón él solo y se oía llorar a su hermana mayor en su habitación con su madre consolándola.

Su padre hizo callar a Ana, ni siquiera la miró, no abrió la hoja de notas y ni mucho menos le felicitó por esos excelentes resultados. En un leve susurro le tocó la cabeza y le dijo:

  • «Ana, esconde estas notas que no se entere tu hermana, que ella ha suspendido la pobre 3 asignaturas»

 

Ese fué el inicio de un año en el que cada cosa que Ana hacía, lograba o alcanzaba respecto a sus notas o respecto a su deporte, le hacían esconderlo, maquillarselo a su hermana o ignorarlo. En casa no se hablaba de lo que le pasaba a Ana, pero eso solo pasaba con las cosas buenas, ahora entenderás por qué.

Ante un hecho como este en una niña de 10 años con esa ilusión, Ana aprendió que le pasara lo que le pasara siempre debía callar por no molestar a su hermana mayor.

No obstante, sus padres en su magnífica ignorancia, decidieron utilizar a Ana como elemento motivador de sus hermana, pero y aquí la gesta, solo si lo que le pasaba era algo malo o doloroso.

En ese momento, sus padres exponían con pelos y detalles esa situación de dolor de Ana y se le contaban a la hermana mayor con un argumentario perfecto;

– «Ana es para que tu hermana vea que le pasan cosas malas a todo el mundo, incluso a tí»

 

Cuando se lo exponían, ridiculizaban y menospreciaban el hecho en sí delante de Ana y Carmen, con el propósito de que a Carmen le sirviera como terapia. Ves, decían, mira Ana no le da importancia a eso que le pasa, porque no la tiene a que no Ana. Son niñerías.

Si en cambio lo que a Ana le pasaba era bueno, ya sabía lo que debía hacer: callar. En definitiva, tener una hermana que brilla y tu tener más dificultades para el aprendizaje, se convirtió en una estructura sistémica que acompañó a Ana por muchísimos años y fué la siguiente:

 

Para que no se sintiera mal la hermana mayor por el brillo de Ana, decidieron apagar la luz de la menor. Eso apaciguaría el malestar de Carmen, así era como se llamaba la hermana mayor de Ana, Carmen como su tía mediana.

Y así es como colgaron dos etiquetas a este sistema que nunca jamás eliminaron del mismo. Ana sería a la que todo le salía bien y Carmen era la pobrecita a la que todos debíamos apoyar, cuidar y proteger de que no se sintiera tan débil.

 

Con el tiempo Ana aprendiz rápida y sagaz integró dentro de sí misma una pauta, la pauta de no contar nunca nada en casa y convertirla en la niña que más lágrimas en soledad derramó. Utilizar a Ana para ayudar a Carmen tuvo un resultado:

Para los padres y la hermana de Ana, siempre a ella le iba bien todo y lo que le iba mal ella lo podría enderezar a fin de cuentas era una persona fuerte. Ese es el juicio que a los tres les sirvió pero a Ana… ¿como pueden nos padres apagar la luz de un hijo para que ambos dejen de brillar?

A Ana le pasaron muchísimas cosas, buenas y malas y ninguna de ellas las pudo compartir, pero ¿sabes lo peor de esta historia? Su familia siguió pensando que a Ana todo le iba genial y si algo se le torcía, ella lo podría enderezar, oye, era Ana.

 

A los 15 años, empezó a escribir un diario donde relataba dia sí día también sus deseos de suicidio. Ser invisible es lo más duro que un niño puede sentir. Le hace mudo, ciego y sordo. Tremendamente infeliz.

 

Estas son heridas emocionales que solo sanan cuando te haces cargo de ellas en primera persona. Alguien puede pensar que ser la que tenía tanta luz, pudiera haber sido algo maravilloso y que Ana no tenía motivos para ser desdichada, pero déjame contarte que Ana en sus diarios, solo deseaba desaparecer precisamente para ver si le importaba a alguién «las notas que un día sacó en su colegio».

 

P.D: No juzgues a nadie por su luz, ponte cerquita de ella para aprender a brillar tu. Recuerda que no se trata de apagar la luz de nadie, se trata de encender la tuya.